lunes, 29 de febrero de 2016

ARPÍA EN LA IGLESIA DE SANTIAGO


Entre las figuras fantásticas labradas en los capiteles de la iglesia de Santiago, nos encontramos esta arpía, que con su mirada furtiva, contempla al mismo tiempo la luz que escasea y se cuela sigilosamente hacia el presbiterio y  el paso improvisado de  los peregrinos.
El misterio es lo que cuenta. Y esa mirada impenetrable soporta estoicamente la perforación del ojo dejando el  rostro a media luz bajo una sonrisa ciega, mientras  las garras acuchillan sin piedad la parte superior de la columna.  

domingo, 7 de febrero de 2016

EL SACRISTÁN por Gilberto N. Ursinos


EL SACRISTÁN
Para Adolfo Castelao

Las viejas comadres se santiguaban y se volvían a santiguar. La cosa no era para menos. Jesús, María y José, la gente se estaba volviendo loca. Aquello era lo nunca visto: en las últimas horas del atardecer un gallarote había pasado como un alma en pena, pegándose a las paredes, desnudo totalmente, como había venido al mundo. Pasado el pasmo de los primeros momentos, comenzaron a combinar la vista con la imaginación añadiendo a esto la inventiva. Los tres factores, manejados por las comadres, parecían haber esclarecido la verdad del extraño suceso.
-          Venía de por allí. Y por allí sólo está el molino.
-          Cuando la raposa va a la guarida algo hay.
-          A pequeña eche do rabo ardido. A ver si os atopou o padre na cama e lle quixo muxir a cocha.  
A lo lejos se escuchaban los gritos de los niños que perseguían al gallarote entre risas.
-Aúa; bando, bando.Aúa; bando, bando…
Más muerto que vivo, el gallarote llego a la puerta de su casa. Y empezó a petar. Empezó a petar con todas su fuerzas, como si cada golpe de puño fuese un kilómetro que lo separase de la muerte. Pasaron unos instantes. Los niños, cada vez más cercanos, seguían con el “Aúa; bando, bando” y ellos,a sus gritos, se unían los guau, guau de un perro, que, encinado por los pequeños, amenazaba con hincar los dientes en las posaderas del gallarote.
-Andas al ínfo,¿o qué?. Lástima de un buen tártaro. Si no lo veo no lo creo.
La sorpresa del hermano no fue para descrita al abrir la puerta. A aquella misma puerta llamaría poco más tarde el molinero. Llevaba en la mano un pantalón de pana remendado y una camisa con más remiendos aún. Y llegó la explicación del suceso: el gallarote había ido a la fruta, y el molinero lo había pillado en el mismo piricolín del árbol. El gallarote, viendo que el molinero esgrimía en la mano un galleiro partido, había optado por deslizarse por una rama restriega y había huido dejando abandonada la ropa que había quitado por miedo a romperla. Costó hierro y harina convencer al irascible molinero. Las excusas de los padres del gallarote giraban sobre un punto, que aunque no se decía, se adivinaba: el hambre. Por fin, el molinero se volvió a su casa, pero no sin antes hacer una última advertencia, que no dejaba lugar a dudas sobre su inflexible postura:
-Que ande con miña filla, pase; pero que me coma as peras, ay, queridín, eso pouco a pouco.
El gallarote era el mayor de los siete hijos de un humildísimo matrimonio que no contaba con otros recursos que el jornal del padre, cuando lo tenía. Siete ranfaños que cabían debajo de un cesto, y con solo un jornal, se adivina el estado de las barriguitas. Por eso, cuando sus padres le anunciaron que un pariente lo quería llevar de pastor para un pueblo de la montaña, el gallarote vio el cielo abierto. Pero tiempo andando pudo comprobar que había escapado del rayo y se había metido en la centella. Había sustituido el caldín y los xirelos con pimientos fritos por el pan moreno de becerra y la leche ordeñada en las chocas de las cabras o en las mismas galochas que llevaba de calzado. Si en la villa tenía que rispiar las castañas secas que los de los pueblos  ponían a los burros como pienso, en el monte tenía que hacer lo mismo con las patatas de las tolas que los montañeses dejaban en los leiros con una capa de fieita y cubiertas de tierra.
-Si non morro de frío morro de fame, e si non morro de fame morro de frío.
De nada, nada: amigo Cereixal. Eso non pode ser.
No podía ser, en efecto; porque aparte que el estómago seguía en su sempiterna función de acordeón hecho a palo y sentimiento, exteriormente, el gallarote tenía unas pintas de palafostrán que daba pena. Dijo el demonio que no estaba bien; por aquellos días murió el viejo sacristán de un pueblo vecino. El pobre había pillao una cagarría por comer pulpo esfolao en la feria y no habían sido capaces de cortársela. Y hete aquí al gallarote solicitado por el cura para sacristán. No lo pensó siquiera. Por mal que estuviera con el cura… Pero en todas partes cuecen habas.
-Señor cura, tanto cocido, tanto guidado, ¿ cuándo escalzamos un asado?
Bien que el trabajo no le mataba. Apenas dos toques de campana diaria, a la misa y al rosario, y el trabajo de la iglesia. El día de Todos los Santos tirar las castañas cocidas desde el campanario, para que, por cada una que cogiesen, los fieles rezasen un padre nuestro por las almas de los difuntos. Por la Navidad preparar el nacimiento y por la fiesta del pueblo atender a la bandeja de las limosnas y a meter en el saco los lacones y las cachuchas de los ofrecidos. Con la venta de los lacones y las cachuchas, el cura atendía las necesidades de la iglesia… No, el trabajo no le mataba, pero, de no usarlo en condiciones, el estómago iba criando mifo. Y llegó el día de la fiesta del pueblo una vez más. Y una vez más el sacristán pensó que de cocidos y guisados estaba hasta la coronilla. ¡ Con lo grande que era afilar los dientes en un buen trozo de carne, acompañado de una botella de alpiste para ayudarlo a guliparse! Pensando, pensando, le vino a la memoria su tiempo de pastor. Aquella era la mejor solución. Pero, claro, tenía que contar con la aprobación del cura. En principio, éste, se opuso terminantemente; aquello era ir contra los mandamientos de la Ley de Dios. El sacristán fue convenciéndole poco a poco de que podía ir contra los mandamientos de la Ley de Dios, pero no iba contra la de sus estómagos y que lo que hacer por la vida no puede ser castigado. Dios no quiere cosas imposibles… Por primera vez en los años que llevaba entre ellos, los fieles se extrañaron que el sacristán no estuviera para ayudar a misa. El cura iba oficiando ayudado por un paizuquín y ya se había vuelto con lo de “Dominus voviscum” al menos media docena de veces, cuando al fin se le iluminó el rostro al ver aparecer al sacristán al fondo de la iglesia. Si extrañeza les había causado a los fieles no ver al sacristán al comienzo de la misa, mucho más les causó al verlo casi al final . Y la extrañeza aumentó hasta límites insospechados, cuando el cura comenzó a preguntarle en un extraño latín:
-Vos que fuches e viñeches, ¿ e qué foi ou trouxeches, trouxeches mé ou mea?
El sacristán con una voz de difunto
-Truxen mea
El cura entonces, pasó una mano por los labios y continuó:
-Dile a María la nostra que la mitad la ponga frita, la otra mitad la coza con sal y pimentoiro, in secula seculoro.
En principio, los fieles quedaron atónitos, pero poco a poco comenzaron a reaccionar y comenzaron a sacar conclusiones.
-Debe ser una nova clase de misa. Pero ese de mé a mea non o entendo.
Lo entenderían siete días más tarde cuando de nuevo apareció el sacristán casi al final de la misa y el cura volvió a preguntar:
-Vos que fuches e vineches, ¿e que foi ou que trouxeches, trouxeches mé ou mea?
El sacristán con voz de difunto, contestó:
-Non trouxen nin mé nin mea: viñeron os pastouracos e deron de palacos en corpos meos.
El cura hizo gesto de resignación y continuó:
-Mas vos non perdices nada; quen perdimos fumos nos. Vaya po lo amor de Dios´
Cojo, manco y descalabrado, el sacristán tuvo que escapar del pueblo huyendo de las iras de los pastores… Otra vez el estómago  de acordeón. Tiempo andando se unió a un quinteto musical dando fungueirazos al bombo. Fue sólo por una vez y para suplir la falta del “bombista” efectivo que había enfermado. En las fiestas eran corrientes las galloufadas, por eso no se sorprendió cuando la encargada de darles de comer por orden de la comisión le preguntó:
-Usted qué quiere. ¿chuletas, lacón, pollo o tortilla de perdiz?
Con un río de saliva escapándosele por la barbilla el sacristán sólo pudo decir:
-Todo remesturado, todo remesturado…            



Secundino, Adolfo Castelao, Gilberto N.Ursinos y Alberto



villafrancadelbierzodigital




martes, 2 de febrero de 2016

CINEFRANCA


La clausura del año Romántico en el teatro villafranquino el 21 de febrero


El día 21 de febrero en el teatro villafranquino se  dará por finalizado el Año Romántico dedicado al escritor villafranquino Enrique Gil y Carrasco con un recital lírico a cargo de Patricia Rodríguez Rico ( soprano ) y Manuel Alejandre Prada (piano): "Tributo a Gil y Carrasco", ciclo de lieder sobre poemas del escritor.
La soprano ferrolana Patricia Rodríguez Rico debutó en 2006 como solista en Bremen, emprendiendo una amplia trayectoria concertística y en el mundo de la ópera. Recientemente ha sido galardonada con el "Premio de la Música 2014" de la Sociedad Artística Ferrolana". En este recital de clausura del año Romántico estará acompañada por el pianista y compositor Manuel Alejandre Prada, que cuenta con una importante trayectoria musical y una intensa labor artística y pedagógica al frente de varias agrupaciones locales en Ponferrada como Ensemble Barroco y la Orquesta y Coro de Gil y Carrasco.
En el recital se interpretará la obra compuesta por el propio Alejandre "Tributo a Gil y Carrasco" Opus 64, en homenaje al bicentenario de su nacimiento, integrado por varios lieder sobre los poemas de Enrique Gil y Carrasco, "La violeta", "Niebla", "Un día de soledad", "La mariposa", Campana de una oración" y "Una gota de rocío".

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