Mi paisano de la Cábila Miguel Basurco fue este año de pregonero de las fiestas del Cristo, en un día en el que la lluvia hizo que se trasladase su lectura al interior del teatro. Mientras hablaba me fije en sus manos, y juraría que los nervios hacían trotar los folios entre sus dedos, mientras de sus palabras iba diseccionando como un autentico forense a una “comarca que agoniza”, por esa contaminación que nadie quiere ver y que nos está matando lentamente, sin que ninguna administración competente se decida a agarrar el toro por los cuernos y decida que la vida de sus ciudadanos es más importante que los beneficios económicos de las empresas que contaminan.
Por ello celebro que mi amigo rompa el silencio y arroje la piedra a esa desnudez mental de los que pretenden meternos como una guarnición la contaminación y desgranase sin aditamentos la espesa realidad, y que, con su voz atraviese el silencio donde germine la esperanza.
