miércoles, 31 de diciembre de 2014

"PUENTE DE REY Y EL AÑO VIEJO DE PAJA" por Gilberto Núñez Ursinos





PUENTE DE REY Y EL AÑO VIEJO DE PAJA
A Puente de Rey se iba por una estrecha carretera que, partiendo de Villafranca, serpenteaba entre castaños y encinas. Se le había dado en llamar “La celestina de grava”. Algunos matrimonios que se celebraban en la villa se debían a paseos por ella en las horas vesperales.
--Son cosas del cambio de temperatura—decía la gente en tales casos.
A mitad del camino se veía una cantera de piedra. En aquel lugar los desocupados tomaban el sol en las tardes otoñales. Había un sinfín de nombres grabados en la peña algunos con curiosos recuerdos. La acción demoledora del pico y de la dinamita hacían que fuesen desapareciendo, poco a poco, como un eco, como un paso de viento sin sentido… Por encima de las peñas, como una corona de verdor, había un matorral de encinas. Se le llamaba “el matorral del señorito”. Al parecer, entre aquellas encinas un señorito había abusado de una doncella de clase humilde… Puente de Rey era uno de los primeros pueblos del Bierzo en ofrecer el nuevo “gutin”. Las uvas criadas en los “calangros” eran casi las primeras en madurar de la zona. Era un vino ligero pero con una “aguja” que lo hacía sabroso al paladar, y a la fuerza de vasos, pesado vecino de la cabeza. Para “prepararle la cama” estaban los nuevos chorizos, los magostos y las nueces con pan moreno…
El bar de Puente de Rey era chiquito, como una representación de espíritu del pueblo. En él, los clientes, jugaban a las cartas. Discutían las jugadas en voz alta y no faltaban palabrotas ni gestos procaces.
El olor a estiércol de las cuadras y montoneras cercanas se confundía con otros mil olores  entre los que era posible que estuviese el de la caca de los niños hecha en cualquier sitio no muy lejano del bar. Las cajas de cerveza se amontonaban a la buena de Dios. Y en verano las moscas tenían asegurado el paraíso. Tomaban las mesas por asalto y llenaban de puntitos negros todo lo que a la vista se extendía.
Las moscas y las avispas constituían por veces una distracción para la clientela. Se las atrapaba ahuecando la mano  y deslizándola por la superficie mugrienta de las tablas. Ya en poder de uno, se echaba mano de una pajita de centeno larga y delgada. Se les introducía por la parte posterior y se les mandaba “ a la siega”. Los pobres animales pocas veces volaban más de un par de metros. Al pronto caían en barrena, algunas ya muertas; otras aleteaban un poquito; las menos conseguían remontar el vuelo y huir… Cruzando la carretera y subiendo por un camino de cabras se llegaba a la cantina. Tenía un patio a la entrada cercado por piedras. En un ángulo, no importa cual, no era difícil ver una pila de leña de encina. Un poco más allá, un “feixe” de “xestas” para encender la lumbre. Casi pegadas a las piedras del cercado, en la parte inferior del patio, crecían dos higueras. Justo al lado de ellas, la cantinera solía colocar unos rústicos bancos en las tardes otoñales para que los clientes tomasen el sol. Grandes piedras desperdigadas aquí y allá servían para poner sobre ellas los jarros de vino. Si Puente de Rey era uno de los primeros pueblos en ofrecer el vino nuevo, la cantinera era casi la primera que tenía el cubeto para “espumar”. Para hacerle perder “la virginidad al riscal” presentaba –al contrario que otros—un plato viejo de porcelana, cortados a trozos y acompañados de trozos de jamón, los chorizos viejos a los que, los clientes de Villafranca llamaban “los billardos”.  Con pan de centeno resultaban estupendos y animaban a beber. La cantinera era una mujer “pachota” que en su juventud debía haber sido una real moza. Cubría su cabeza con un “pano” negro. Negro era también el resto de la vestimenta. Calzaba una galochas con herrajes de goma y clavillo fino. Tenía como cliente habitual a un hombrecillo de mirada pícara y expresión desangelada que acostumbraba a sentarse sobre una piedra a la entrada de la cantina. Se llamaba Tío Rafael, pero los amigos le llamaban Frasquito.
Había estudiado para cura en su juventud, pero los latines no eran lo suyo. Había dejado el seminario por la manigua. Allá, además de cortar caña y recoger lúpulo, había aprendido a bailar la rumba. Pero tampoco la manigua era lo suyo. Lo suyo le faltaba. La hondura de lo suyo…¡Si lo miramos con amor, qué hondo y qué nuestro es el recuerdo…! Había vuelto a su pueblín. Se había casado. Había tenido hijos. Pero… Por veces sus amigos o vecinos le veían con la mirada congelada y fija en un cerezo que se veía sobre la cerca del patio. Lucía una serie de raíces  que aparecían sobre tierra en una extensión de varios metros. Eran gordas y se repartían en distintas direcciones. Seguramente la mayoría de ellas estaba minada por el gusano blanco. Seguramente también, estaría medio seca. El viejo árbol se sostenía sin embargo. Era casi un milagro. Algo que había resistido, pese a todo, el paso de los años. Las raíces desaparecían de pronto bajo tierra. Parecían topos a los que se les hubiese cazado y se hubiese dejado de nuevo en libertad. Penetraba en la tierra a toda prisa, temerosas, a ciegas… Otras veces le veían fijar la vista en los corredores de madera donde el tiempo permanecía congelado. Los años y el humo les habían dado un color de pergamino oscuro por el que danzaba la polilla de las ranuras. A algunos daban las higueras de las casas vecinas. A otros casi daba la mano el cucurucho de los hórreos. A otros, pero menos, se asomaban los canalones de uralita. Ay, pero aquello o había traido la emigración. La mayoría de los tejados de Puente de Rey eran de pizarra burda y mal recortada, traída de la cantera de San Pedro de Olleros o sacada en la del pueblo a las orillas del río. La emigración había traído la uralita y un tiempo nuevo. Hasta entonces el pueblo había sido un siervo del poderoso señor de la villa. Para él eran las primicias de las huertas, de los frutales, de las matanzas. De alguna manera el bracero tenía que asegurar el mísero apoyo del mísero jornal equivalente al precio de un cántaro de vino. La amanecida le pillaba en las viñas – poda, excava, cava, azufra, sulfata, vendimia…
Y en las viñas se hacía “noche pecha”. Por todo alimento había llevado un mendrugo de pan moreno, un puñado de castañas secas cocidas y un trozo de tocino. Menú que tenía que ser repartido para tres comidas: la de “el pan”, a las diez; la del mediodía y la que restaba, para la merienda, antes de rezar “las oraciones”.
La costumbre de rezar “las oraciones” en medio y al final de la jornada, había sido impuesta por el señor para dar gracias a Dios porque otro día había transcurrido sin calamidades ni injusticias…
Pocas eran las veces que Frasquito no tenía la mirada como una losa sepulcral. Una de ellas era cuando llegaban los emigrantes. Entonces parecía como si un diminuto rayo de luz volviese a sus ojillos para infundirles un poco de vida. La llegada de los emigrantes solía centrarse en los días cercanos a las navidades.


De Suiza, de Francia, de Alemania; un os en coche propio, otros en tren hasta la villa, algunos en taxi alquilado, aparecían en el pueblo con sus pesadas maletas, sus cajas de mantecadas de Astorga, sus abigarrados chaquetones, sus llamativas camisas, sus botas o zapatos a la última moda… Y sus francos o marcos y sus palabritas aprendidas en el país al que habían emigrado.
Llegaban con ansia de comer el pulpo de la Nochebuena, lo que el pote sudaba el día de Navidad, a “prender con rosquillas y caramelos a los manueles”, y sobre todo, a tragar las doce uvas y a “ quemarle el culo al Año Viejo de Paja…”
Era este un enorme muñeco confeccionado con paja de las medas de todos los vecinos. Constituían su armazón dos “galleiros” cruzados y atados con alambre o cuerdas de pita. Colgado por el cuello de una cuerda que estaba atada al punto superior de un palo alto, se exponía en medio del pueblo a las miradas curiosas durante el día último del año.
Al atardecer potentes bombazos daban la bienvenida a los gaiteros. Venían estos de Dragonte o  Soutelo y cuando tenían el buche abarrotado de “mañiza” salían a dar el recorrido musical por todo el pueblo.
Al reclamo de la bombas bajaban los mozos de Landoiro. En Puente de Rey tenían todos “casa de orden”. No faltaban visitantes de la villa a la “golusmia” del “riscal” y de los “chorizos aborrallados”. Ya la andorga llena comenzaba el baile.
Un carro al que se había puesto en horizontal y añadido unas tablas con unos caballetes por debajo, hacía las veces de templete. Sobre él, los gaiteros daban al aire las notas de jotas y “muiñeiras” amén de las de “La casita de papel” que había estrenado en la villa “La Orquesta Novedades” y que estaba de moda en aquel entonces.
Las mozas animaban los bailes con su natural desenfado y sano. Pero, precisamente a las mozas, se debía el que algún año viejo quedase sin quemar. Un forastero con éxito y uno del pueblo celoso, era suficiente para que los bailadores se dividiesen en dos bandos. Primero habían sido palabras. Luego, se habían ido a las manos. Más tarde, no se sabía como, habían hecho aparición las cachas y los astiles de las azadas. Quizás alguna navaja había puesto a la contienda una rúbrica de sangre…
Cuando estos casos no ocurrían  y el baile seguía un ritmo normal, se llegaba a las doce de la noche con el deseo de ver como le ardían “las galochas al chusmio del Año Viejo.”
Frasquito era el encargado de ponerle fuego. Con una “facha” atada a la punta de un “estadullo”, se acercaba al muñeco. El momento tenía algo de solemne en su silencio. De pronto los gaiteros entonaban el himno nacional y Frasquito acercaba la “facha” al muñeco. En pocos momentos era presa de las llamas. Entonces el año viejo era despedido a voz de grito:
--Vete y no vuelvas, chupalámparas del demonio.
--Piérdete, can.
--Bruxo, bruxo, queimate como nos queimache.
Cuando del muñeco no quedaban sino los “galleiros” humeantes y un débil rescoldo de paja, surjía un “chiringuitear” de botas apuntando a los restos del año ido. Los gaiteros volvían a  su función suspendida por unos momentos. Los niños y las viejas danzaban en torno al palo  sin temor a las “buxenas” que de vez en cuando se desprendían de los restos del muñeco. Frasquito había lanzado también su “chirigito” y se había atizado luego un trago de camello.
--Porque el Nuevo Año que llega sea mejor para todos—había dicho casi en un hilo de voz. Un extraño desasosiego le hizo comenzar a bailar  la rumba. Los mozos le hicieron corro. Las mozas comenzaron a aplaudirle.
--Anda, negro, esa cintura sirvió de modelo a más de un escultor.
 Entre aplausos, entre risas, entre aquella música que “le demandaba el potro”, el Tío Rafael estaba sin duda alguna en lo hondo de lo suyo… 



         
                                             

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lunes, 29 de diciembre de 2014

Pintores de Villafranca del Bierzo: EUGENIO DE ARRIBA



EUGENIO DE ARRIBA

Eugenio de Arriba, nace en Villafranca del Bierzo el día 4 de marzo de 1934. De niño aprendió todo lo que la vida le ofrecía. Tal vez, fue la inocencia de esos años, los juegos en los que había que agudizar la imaginación, lo que hizo que en Eugenio, aflorase a muy corta edad un idilio inseparable para siempre con la pintura.
Era un gran observador, miraba con atención hasta los más pequeños detalles. En los primeros años, dibujaba con gran maestría en las aceras de la plaza y poco a poco comprendió la armonía de los colores, absorbido por el dibujo jugaba con las tizas; sus trazos empezaban a ser fuertes y definidos.
Fallecido su padre, a los ocho años de edad, se traslada con su madre Teresa y el resto de sus hermanos a vivir a Ponferrada. Apenas contaba quince años cuando ingresa en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando de Madrid, en donde tuvo como compañeros a Lucio Muñoz, Antonio López, Pousa y al ponferradino Nicolás Solana; terminando sus estudios en 1955.
No habría que esperar demasiado para que este joven de espíritu inquieto y gran vitalidad quisiera buscarse nuevos horizontes en el mundo del arte, y así, desembarca en Paris  en el mismo año de su graduación y amplia estudios en la Escuela de Bellas Artes de la capital francesa y realiza las primeras exposiciones en las galerías Ror Volmar y Vence.
En Paris conoce a la que posteriormente sería su esposa Chloé Preiss Wolson con la que se casará y fruto del matrimonio nace su hijo Diego. En estos tiempos parisinos compagina su amor por la música con la pintura y así conoce a Paco Ibáñez y actúa con él en el homenaje a Picasso en Valauries. En el invierno de 1966 nos encontramos al joven matrimonio en la vecina localidad lucense del Cebreiro compartiendo la navidad con sus gentes y realizando un belén viviente con todos los vecinos del pueblo.
Al mismo tiempo realizaba dibujos a pastel del paisaje y paisanaje, y es que las pinturas de pastel como decía Eugenio le permitía expresar la eclosión de la luz y el color con un solo gesto.
En 1967, Eugenio de Arriba traslada su residencia a Madrid, donde regenta un negocio de materiales artísticos y una pequeña galería de arte en el barrio de Salamanca; continua pintando y participa en varias exposiciones colectivas.
En 1971 se separa de Chloé, y como viajero impenitente que no encuentra reposo regresa a la Costa Azul donde conoce a Eliane Guillaume, pintora, y que será su compañera hasta el final de sus días.
Regresa Eugenio de Arriba de nuevo al Bierzo, y fija su residencia en su pueblo natal donde instala su estudio en la misma casa de la plaza mayor que le había visto nacer. En su estudio realiza multitud de retratos de gentes de Villafranca, al mismo tiempo que va desnudando los paisajes del Bierzo entre sus manos y plasmándolos sobre el papel con una agilidad pasmosa. Sigue correteando por el norte del país y pintando sin reposo, realizando exposiciones en Coruña, Lugo, Santiago, Pontevedra y Orense. Con su inquietud a cuestas regresa a Francia, y expone en el Salón de Otoño de Paris, posteriormente en la galería Anne de Francony de Niza y también en la galería Miguel Ángel de Montecarlo.
Las últimas exposiciones las realizó en Villafranca del Bierzo, Ponferrada, Burgos, Victoria, Santander, Palencia, Venecia y Cagnes.
La obra de Eugenio de Arriba, está extendida por toda Europa y América, con un total aproximado de unas dos mil obras entre los años 1955-1975.
Falleció a la edad de 43 años, cuando empezaban a despuntar las flores en la primavera de 1977 en la misma villa que le vio nacer.
Hoy, me he perdido en el recuerdo de aquella exposición suya de año setenta y tantos en el salón de actos del ayuntamiento villafranquino, donde la luz y el color captados en sus cuadros quedaron impresos en mi memoria para siempre.

Eugenio de Arriba, supo plasmar en sus obras ese instante efímero e inmaduro y proyectarlo en una nueva dimensión dejando en el papel una belleza profanada.      

                                                                Marina

                                        El puente y los tejedores

                                            Paisaje berciano




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domingo, 28 de diciembre de 2014

San Silvestre



El 31 de diciembre a las cuatro de la tarde se dará  la salida a la San Silvestre Villafranquina que como viene siendo habitual es organizada`por Miguel Basurco.


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sábado, 27 de diciembre de 2014

CONCIERTO DE NAVIDAD



El martes a las siete y media de la tarde en la Colegiata de Villafranca del Bierzo se interpretarán al órgano por Julia Ammerman Yebra  obras de Bach, Corelli, Cabanilles y Brahms.





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viernes, 26 de diciembre de 2014

Estudio de los relojes de sol de Villafranca del Bierzo. Reloj de Sol del Palacio de Arganza.

Manuel Martínez Rodríguez.


Continuando con el estudio de los relojes de sol de Villafranca del Bierzo, tras publicar el domingo 30-11-14 el primer estudio correspondiente al reloj de sol de la colegiata, donde se hizo una introducción sobre la ciencia de los relojes de sol, paso a publicar el segundo estudio de otro de los cinco relojes fotografiados por Santiago Castelao (publicación del 9 de septiembre de 2014).
El Palacio de Arganza fue construido en el siglo XVIII, las bodegas de dicho palacio se fundaron a comienzos del siglo XIX. En 1979 fue arrasado por un incendio, la información de  entonces decía que valiosos cuadros de artistas internacionales fueron reducidos a cenizas, entre ellos dos de Salvador Dalí.

Reloj de Sol del Palacio de Arganza

  Fotografía de Santiago Castelao.

Reloj de sol situado en la fachada sur del Palacio realizado en una piedra rectangular sujetada por una figura humana sobre un pedestal, donde todo el conjunto aparenta ser una única pieza de piedra esculpida a tal efecto y empotrada en la pared posteriormente. El fuerte deterioro del pedestal contrasta con el buen estado resto de la obra.
Este es el reloj más curioso de todos y el más impreciso. Su rudimentario diseño le da una apariencia antigua. Destaca la disposición apretada de sus números, su gran tamaño y solamente tres marcas horarias, la vertical de las doce y una horizontal para las 6 de la mañana y 5 de la tarde, por lo cual la lectura de la hora solar resulta complicada. Contrariamente a lo que se deduciría por su apariencia sus números son naturales y no romanos.
El reloj es asimétrico con cinco números en su lado izquierdo y cuatro en el derecho (2,3,4 y 5). Su estilete es una chapa cortada en forma de triángulo muy agudo, de longitud proporcionada con el reloj y colocada en perpendicular al mismo, dándole un aire primitivo.
De nuevo otra contradicción entre su asimetría y su estilete. Mientras que su asimetría indica que se ha diseñado para una fachada con orientación este, su estilete se corresponde con una orientación exacta al sur. Por otro lado su estilete es horizontal, no apunta al suelo, por lo que no es paralelo al eje terrestre. Por si esto fuera poco la fachada tiene una orientación justamente contraria a lo que indica el diseño del reloj, acusada al oeste de unos 24º respecto a la dirección norte-sur. Todo lo anterior hace que sea imposible que este reloj marque una hora ni tan siquiera aproximada a la exacta, debiendo tener grandes errores.
La comprobación que he realizado, ratifica que la hora solar que marca es muy imprecisa con diferencias de hasta casi tres horas de atraso en las horas de la mañana, ajustándose a las horas finales del día.
De nuevo mediante dos gráficos realizados a partir de las lecturas tomadas, al igual que con el reloj de la colegiata, he querido aclarar su funcionamiento, intentado que sean de fácil interpretación.

El primer gráfico indica el error en varias horas solares comprobadas. Puede verse que cuando marca las 8:30 de la mañana, está atrasando casi tres horas. Entorno a la cuatro de la tarde (16:00 horas en el gráfico) marcaría la hora exacta y a partir de entonces comienza a adelantar.


            
            El segundo gráfico indica la hora solar marcada por el reloj y la hora solar que debería marcar si fuera un reloj de sol preciso.


Se aprecia que cuando marca las 8:30 de la mañana, debería marcar las 11:25, que se obtiene simplemente sumándole las dos 2 horas y 55 minutos que atrasa. A partir del mediodía solar se va corrigiendo, llegando a marcar la hora correcta en un momento de la tarde y a partir de entonces empieza a adelantar.

Fala muito


jueves, 25 de diciembre de 2014

Concierto bandas sonoras de pelicula



Mañana 26 de diciembre a las 20:30 horas en el Teatro Villafranquino la Agrupación Musical Redención, dará un concierto de bandas sonoras de peliculas.



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miércoles, 24 de diciembre de 2014

Representación del nacimiento en los retablos de las iglesias de Villafranca del Bierzo


La imagen del nacimiento de Jesús se encuentra representada en el retablo del altar mayor  de la iglesia de la Anunciada de Villafranca del Bierzo


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En la parte superior del retablo de la Trinidad de la Colegiata de Villafranca del Bierzo se encuentra otra representación de otro nacimiento del siglo XVI.




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martes, 23 de diciembre de 2014

La calle del Agua. Heráldica 10



En el número 64 de la calle del Agua, nos encontramos con un escudo que rebosa mudéjar en los golpes de cincel. Este escudo que tiene una forma octogonal permanece como colgado de una corona de laurel que lo rodea, y que por cuatro extremos dicha corona está atada por cuerdas. En la parte superior del  mismo aparece representado un árbol y un castillo con las tres torres almenadas. Y en la parte inferior las mismas figuras pero invertidas.



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lunes, 22 de diciembre de 2014

LOS HÓRREOS EN EL MUNICIPIO DE VILLAFRANCA DEL BIERZO






    


Los hórreos se construyeron fundamentalmente para guardar las cosechas de los cereales y los productos de las matanzas.
Este tipo de construcción, empezaba realizándose sobre cuatro basas de piedra, que evitaba que el pie o "orcón", entrasen en contacto con la tierra y pudiesen pudrirse fácilmente. Sobre los pies, se colocaba una piedra más o menos circular llamada "tornarratos", y sobre éste las vigas que se denominan "cuadral" o "pontón", construyéndose sobre ellas los" esquinales ,"  y sobre estos" los canteaos", pasándose a cerrar con "las tablas acantriladas" sobre "la caja".
La cubierta del hórreo se realizaba en paja de centeno o de pizarra. La paja era mucho más utilizada por ser al mismo tiempo un aislante térmico y contribuía a mantener una temperatura más homogénea, lo que favorecía la conservación de los alimentos guardados en su interior. 





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domingo, 21 de diciembre de 2014

NACIMIENTO DEL HOGAR DEL PENSIONISTA DE VILLAFRANCA



Hoy ha abierto sus puertas el nacimiento artesano del Hogar del Pensionista de Villafranca del Bierzo, con gran parte de sus figuras en movimiento.





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FERRÍN



Estos días puede contemplarse en el bar Pitillo de Villafranca una exposición de retratos del pintor villafranquino Manuel Ferrin.




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sábado, 20 de diciembre de 2014

" EL MATACHÍN" por Gilberto Núñez Ursinos



 EL MATACHÍN

El día víspera de la matanza había que dar más vueltas que un peón. Los preparativos parecían interminables. A casa de un vecino se iba por la caldera para calentar el agua y las trébedes. A casa de otro por el banco y la escalera. A la de un tercero por las artesas pequeñas del mondongo. Un cuarto prestaba la artesa grande de pelar y de salar. Después había que ir a casa de algún cosechero de vino por los manojos de xarmienta. Esto formaba parte del cometido de los niños. Para las amas de casa, entre otras cosas, estaba tener el orégano, la sal, el pimiento dulce y el picante, las nueces y las almendras de las morcillas, los ajos, etc. Era un día alegre y movido. Al día siguiente se mataba el cochín, y, como decía el abuelo, se quitaba la barriga de mal año.
--Ya te comerás un trozo de la gandiga, ¿eh?
La gandiga—o asadura—como muchos la llamaban, podía indistintamente ser preparada a la cazuela con rodajas de riñón y los anacos puntiagudos del corazón, con su poquito de sal , pimiento y una rociada de vino, o bien puesta a asar en las brasas. De todas formas estaba buena. ¿Qué cosa estaría mala para los niños en tiempos de la posguerra que comían a Dios por las piernas?. Era un bocado exquisito, aunque no el más preferido por el “agüelo”. El abuelo prefería la paixariña o bazo, con cebolla, y, naturalmente los sabrosos solomillos, que muchas veces sacaba él mismo, sin esperar que el matachín fuese a partir.
Cuando la lumbre quedaba preparada para el día siguiente, la caldera llena de agua, sobre las trébedes y cada cosa en su sitio, los niños respirábamos. Al día siguiente se mataba el cochín. Esto se repetía en nuestra mente como una especie de liberación por diversos caminos: uno el de dejar de llevarle la comida al cerdo, otro, el de no tener que picar leña para atizar a la caldera, y, el tercero y más importante, porque ya las tripas estaban hasta arriba de tanto caldo.
--No te enzarapalles y no comas tanto lomo; que mira lo que te paso el otro año.
Tenía razón el abuelo. Tanto había había sido lo comido y tanta la grasumia de las costilletas, que el año anterior uno de los nietos se había empachado. Y tan grande había sido el empacho que, en su lenguaje de zarabeto y narnian, se había pasado la tarde gimiendo lastimosamente:
--Ay que avento, ay que avento.
Los mayores se preocuparon porque no sabían lo que decía ni lo que le pasaba, hasta que otro de los pequeños esclareció el asunto dando sentido a las palabras que explicaban el empacho.
Pero, ¿ cómo sustraerse a la tentación del lomo dorado, con un poquito de pimiento y ajo y su bautismo de vino blanco?. Era un pecado no comerlo y una penitencia el hacerlo con exceso. Pero, ¿ tenía un niño conciencia de lo que es pecado y la penitencia?. El niño lo único que tenía era hambre y en lo único que pensaba era matar el cochín y comer. Y llegaba, la feliz madrugada. Porque de madrugada era cuando se mataba el cocho, más que nada por hacerlo de matute y no pagar al ayuntamiento. Como los niños no habían dormido pensando en aquel momento, se levantaban cuando los mayores y era una delicia para ellos el ver encender la lumbre e ir atizándola con los manojos. Sonaban no se sabía qué campanas de libertad y de alegría, cuando hacía acto de presencia el matachín. Traía envueltos en una rodilla el cuchillo de sangrar y el de abrir, amén de acero, del gancho y los rascaños. Con él solian venir los vecinos avisados para agarrar el cerdo. Ya el agua iba comenzando a hervir. Y para hacer menor la espera, se bautizaba el día de gloria con unas copitas de aguardiente o jerez de las que se acompañaban unas pastas. Se hablaba de matanzas de otros años, de que si el cerdo había tenido tanto o cuanto unto, de mil cosas. Aparecía la patona con un cubo que en el fondo contenía unos trozos de cebolla. Era el cubo para batir la sangre que luego serviría para hacer fiollas o filloas. Entonces llegaba el momento supremo.
--Pon el banco ahí, y, ojo, que ése tiene mirar de marica; no nos la pegue.
Porque había cerdos que tenían pintas de mujer y, sin embargo, reaccionaban como hombres. Y no había sido el primero que había esquivado el gancho y se había largado como en un intento de batir no se sabía qué marca de qué tantos metros. Uno de los hombres abría la puerta de la cuadra y hacía al cerdo salir. Al momento se escuchaban gruñidos. Por ellos se sabía, poco más o menos, quién mataba y lo que mataba. Cuando el cerdo había dejado de emitir gruñidos se le metía dentro de la artesa grande y el matachín y algún vecino, convertido en ayudante, comenzaban la tarea de pelarlo. Iban echando agua hirviendo sobre el lomo, las patas, el vientre, etc. Y quitándole cerdas y roña. Ya pelado y limpio como una patena el matachín le hacía un corte en las patas dejándole al descubierto los tendones. Por ellos se colgaba de la escalera. Y se procedía a abrir. Al poco rato el tripaje estaba en las artesas del mondongo, la barbada en una caldera con agua en compañía de las entrañas. Y como remate de la faena del primer día, se ponía un plato debajo mismo de la cabeza del cerdo para que fuese recogiendo la sangre que caía. La derramada en el suelo era cubierta con un poco de paja o tierra. Pasaban veinticuatro horas y el matachín volvía a partir. Comenzaba descolgando el cerdo y poniéndolo encima de la artesa grande o del banco, luego cortaba la cabeza, las patas y los lacones. Pasaba después a dividir el cerdo en dos mitades de las que iba sacando el espinazo, los tocinos, los lomos, los lomos, las paletillas, los jamones, etc. Procedía después a salar. Primero eran los untos, después los jamones a los que se les sacaba la sangre apretándolos  con una rodilla, después los tocinos, los lacones, etcétera. Y se remataba la operación con los huesos menudos.
Ya hemos dicho que se salaba en la artesa grande que había servido para pelar y, a veces, para partir. Pero algunos también lo hacían en cajones grandes a los que se metía un trozo de madera en la cabecera, para que el salitre pudiese ser recogido con facilidad.

Con el cerdo, el matachín había matado el hambre un año más. Y por eso era algo así como un personaje de cuento  para los niños en aquellos Reyes de la Concepción, tempranos y rotundos. Por la Concepción era cuando comenzaban las matanzas…



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viernes, 19 de diciembre de 2014

Vegetariano






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jueves, 18 de diciembre de 2014

La Junta de Castilla y León saca a licitación la reconstrucción del azud de la traída del agua de Villafranca


La Consejería de Fomento y Medio Ambiente de la Junta de Castilla y León saca a licitación con un presupuesto de 300.007 euros la reconstrucción del azud de donde se surte de agua la población de Villafranca del Bierzo, que había quedado partido después de las últimas riadas.



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miércoles, 17 de diciembre de 2014

El puente sobre el río Valcarcel en Villafranca del Bierzo


Este puente fue construido en 1770 a expensas del legado que el doctor  Arén de Soto hiciera a Villafranca, para facilitar el paso de las aguas del río Valcárcel, ya que el anterior que estaba situado unos cincuenta metros más arriba y de cuyos restos queda una pared, había sido destruido por las riadas. A los pocos años de su construcción  en el año 1787,  se encargo desde el Consejo de Castilla el reconocimiento del puente a D.Diego de Ochoa, a causa de las protestas realizadas por el vecino convento de la Concepción, que acusaban al puente de la ruina del convento, dictaminando el técnico que de los deterioros del convento nada tenía que ver la obra del puente.
El puente consta de tres bóvedas, y las pilas poseen tajamares que llegan hasta la calzada, aunque la parte alta de los mismos quedo inutilizada cuando se amplio el tablero del puente y se despojaron los pretiles.  



Inscripción donde se recoge el pago del puente por el Doctor Arén





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martes, 16 de diciembre de 2014

Árboles Singulares en el término municipal de Villafranca del Bierzo V."EL OLIVO DEL TOLEIRO"




EL OLIVO DEL TOLEIRO

Entre cepas olvidadas, como un faro en este mar de viñedos sobresale el centenario olivo del Toleiro. Parece como si nadie mirase a los árboles, mientras contemplo como la luz del sol brota entre las ramas, y sobre su tronco van creciendo como una fortificación los bravos.

El paisaje que a primeras horas de la tarde se ofrece a la mirada desde este lugar absorbe  los nombres que se suceden en la lejanía: Rabo de Anguia, Peizais, Redoniña, Dragonte… Y voy contemplando como las nubes palpan el horizonte y parecen tan próximas a las montañas que con la imaginación podrían tocarse con la punta de los dedos.





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lunes, 15 de diciembre de 2014

Los Molinos en Villafranca del Bierzo

     
                                     Molino del señor José
     
      LOS MOLINOS EN VILLAFRANCA DEL BIERZO
En el diccionario Geográfico-Estadístico-Histórico de España publicado por Pascual Madoz entre 1846 y 1850, se recogían en Villafranca del Bierzo once molinos harineros. Después de haber indagado y preguntado algunos han desaparecido sin dejar rastro, de otros conseguí localizar el lugar, y algunos todavía permanecen en pie como testigos mudos de un tiempo pasado.
En el río Valcárcel, eran conocidos como el molino de arriba, el del medio y el de abajo. El molino de arriba también llamado del “Penedón,” regentado en los últimos años por el señor Santiago. Entre el anterior y el molino del medio existían las ruinas de otro mucho más pequeño que era el molino de los Colmenares. El molino del medio  era el del señor José y fue donde estuvo instalada la primera fábrica de luz de Villafranca. El molino de abajo situado en la calle de San Salvador era conocido como el molino de “Patatones” .
En el río Burbia, existía un pequeño molino al final del súcubo que  se abastecía del agua que baja por la presa de riego, al igual que el que le precedía justo debajo de la Colegiata. En la otra margen del río se encontraba el molino de Quintano enfrente del pozo de la Xirula, que compró Eulogio el padre del escritor Gilberto Núñez Ursinos, cuando regreso de Cuba.
Siguiendo el curso del río nos encontramos con el molino de Landoiro y posteriormente el de Puente de Rey.
Cuando los molinos estaban en todo su apogeo, el molinero descargaba la quilma sobre la tolva o tramoxa, que tiene una forma de tronco piramidal invertida, con un agujero en la parte inferior, por donde va saliendo el grano y dosificándose con las vibraciones  trasmitidas a la canaleta por la tarabica, que es un palo de madera que da pequeños saltos debido a las irregularidades de la superficie de la muela. Poco a poco, va cayendo el grano por el agujero que lleva la rueda superior. Esta, al girar sobre la inferior, produce la rotura del grano, convirtiéndolo en harina, que se va depositando en un recipiente de madera también llamado farneiro. Todo el proceso comenzaba cuando el molinero abría la llave para que el agua empezase a caer con fuerza sobre las palas del rodezno, y éste empieza a girar arrastrando en su giro al árbol y a la piedra móvil o volandera.
Cuando el molino llevaba varios días funcionando, se procedía a levantar la muela volandera para picarla, operación que consistía en quitar la harina que quedaba encajada entre las estrías de las muelas con la ayuda de un pico metálico y restituir el picado original.
El pago de la molienda se realiza, generalmente, por el sistema de maquila. El molinero retira una parte proporcional a la cantidad molida.
En torno a los molinos se fueron tejiendo multitud de leyendas y coplas, al estar estos generalmente un poco alejados de la población, la imaginación y la malicia de las gentes hacia crecer las historias inventadas, sazonándolas con ingredientes pecaminosos, como recogíamos el otro día en un artículo sobre “el molinero” de Gilberto Núñez Ursinos:
“Vengo de moler morena
De los molinos de arriba
Dormí con la molinera, olé y olé
No me cobro la maquila
Que vengo de moler morena…    
                       
                                       Molino situado en la parte de abajo de la Colegiata

                                         
                                           Molino del Penedón



                                             Molino de Patatones


Molino de Landoiro

Molino de Puente de Rey




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domingo, 14 de diciembre de 2014

"LOS CORRILLOS DE COMADRES" por Gilberto Núñez Ursinos



LOS CORRILLOS DE COMADRES
Todo empezaba por mayo. Mayo florero y florido. Era natural. Con el mal tiempo andaban desbandados en busca de miocas, gusanos de los árboles, escarabellando en los semilleros o picoteando los rombones de las yedras. Decían las gentes que del corazón salía el color del  plumaje; de los ojos el afán del usurero y de los picos la alargada peste. Pero, al fin, llegaba mayo; y cuando mayo comenzaba a lucir barbas de viejo, pintaban las cerezas. Era la época dorada de los cochorros…
-Son igual que las comadres; lo destrozan todo.
Sí, era por mayo. Lo mismo que las flores de las campiñas o jardines, florecían los corrillos de comadres en los sitios más estratégicos de cada barrio. Se encaramaban por los escalones; aterrizaban en los rellanos; tomaban  por asalto los soportales… Las comadres eran algo así como una brigada de investigación para actividades vecinales, a cuyo control no escapaba ni una mosca. Las del corrillo diurno llevaban cuenta de la vida del barrio por la noche. Por ello no era de extrañar que, si uno—este uno era casi siempre el borrachín del barrio—acertaba a pasar a altas horas, las adivinase tras las contras de los balcones; entornándolas trataban de disimular, pero las traicionaba la luz encendida. Las del corrillo nocturno llevaban las altas y bajas del barrio durante el día. Las diurnas llevaban, para despistar más que como trabajo, labores de bordado o ganchillo. Las nocturnas, solamente el refrescalenguas claretín, ocultando los jarros bajo las sayas. El borrachín del barrio conocía el secreto y por ello, y por otras cosas, las comadres se la tenían declarada.
-Labieiras; permita Dios les pongan contador en la lengua y tengan que pagar por él. ¿ No dicen que al mediodía estoy siempre embadurnado?...
Las diurnas tenían la precaución de buscar lugares donde su presencia pasase inadvertida, aunque no la de los demás para ellas. Las nocturnas los puntos donde hubiese poca luz para no ser vistas y la suficiente para ver. Si seleccionaba a las comadres por tipos, casi siempre se advertían tres que era raro fallasen en ningún corrillo:  las escalfadas que llevaban la voz cantante.  El más significativo pero menos corriente: Las agüiñas mansas, que se ataban todo al dedo pero no soltaban prenda. Y las tolas a cañadas, a quienes se tiraba de la tetilla y eran constantemente motivo de mofa. En los corrillos, como en los pueblos, es necesario a veces un payaso de quien reírse; pobre del que lo sea, para él no hay compasión…
A estos tres tipos podría añadirse otro, porque, aunque raro, existía: las de la risiña de María Santísima, que tenían por norma reírse de lo habido y por haber. Eran las verduscadas y picantes, los temas preferidos. Naturalmente, la manera de decir las cosas ofendería los oídos de un puritano. Pero a las comadres, sobre todo a las viejas, se les hacía la boca agua al tocarlo. Alguna, al final notaba que había empapado la prenda más inesperada. Esto  decía bien de las claras de su sadismo cruel, de una extraña mezcla de envidia y resentimiento, un afán de venganza que afloraba instintivamente de lo más profundo de su ser. A esto se unía el común ingrediente de preferir el trabajo de la lengua al de las manos. Y del trabajo de la lengua salían los cuentos y las calumnias, los dichos destructivos y las irresponsabilidades amargas.
--Esa se queda para vestir santos; claro, antes hizo desnudar a los pecadores.
Las beatas, sobre todo, eran la diana de sus tiros. Las atacaban, ridiculizaban, aplastaban con saña. Quizás porque dentro de ellas veían lo que dentro de sí no podían ver. Quizás porque solamente pretendían abatir a las contrincantes. Porque entre las beatas… De entre los temas picantes o verduscos, había uno que exprimían como si se tratase de un limón. Era el de las mujeres que no profesaban al marido una escrupulosa fidelidad. Aunque de baja cultura, la musa de la ironía parecía inspirar a las comadres hasta pareados con dicción erudita:
--He ahí un Mefistófeles valiente
Que no ve los adornos de su frente.
Y sacaban a relucir trapos y más trapos. Unos que habían visto, otros que habían oído y otros que se imaginaban. Seguramente, éstos eran los más, porque las comadres en aquellos temas eran de fértil imaginación. Lo cierto era que el marido de turno no tendría necesidad de ir al sastre durante muchísimos años. Las parejas tampoco salían muy bien libradas.
--Te lo digo yo: estaban detrás del cortello y… y… vale más callar.
Mientras se trataban de criticar a los extraños al corrillo, todo iba bien. L o malo era cuando  a alguna le daba por meterse en los asuntos de alguna compañera. Entonces era de ver el torneo de la mala uva, de los golpes bajos e hirientes y de la habilidad con la lengua y el ingenio.
--Mira, no me tires de la lengua, que ya sabes que la tengo como una navaja.
En el mismo instante se oía un ruidoso palmetazo que uno suponía ser dado en las nalgas.
--Pues afila en esa piedra.
Aquello era un reto. Y la ofendida buscaba la revancha. Estaba bien que riesen de los demás, pero que se riesen de ella…Pronto venía la reacción.
--Porque tengo más vergüenza que tú no te llamo lo que nadie te llamó.
La otra se picaba. Al reto seguía el desafío.
--Llámamelo; anda, atrévete.
Como un escopetazo llegaba la respuesta:
--Mujer honrada.
La cosa se animaba de tal manera, que al final, de la lengua, por una vez, pasaban a las manos. Hacían xirotes as blusas, se desgarraban las sayas. Y alguna, para enardecerlas más, lanzaba el grito bestial:
--Por los pelos, por los pelos.
Y por los pelos se tiraban hasta que caían  rendidas, jadeantes, ridículas.
Desgraciadamente estas escenas se desarrollaban muy de tarde en tarde. Y era una lástima. En ningún teatro se ven con tanta vivacidad y tanto realismo. El borrachín del barrio sentenciaba los corrillos. Por unos meses podía subir y bajar sin que hubiese de ser sometido a control.
--Ya se recogen las pitas.
A lo  mejor pronunciaba mal alguna letra. Pero lo cierto era que el otoño había llegado con su escoba, piadoso vivificador, quizás algo vengativo, ha hacerles la puñeta a las comadres y a los cochorros…


sábado, 13 de diciembre de 2014

La Calle del Agua.Heráldica 9



Siguiendo con la numeración par de la calle del agua, en la casa número 58, nos encontramos con un escudo cubierto con una cornisa a modo de torna lluvias. La parte superior del escudo está compuesta por un casco como los que se utilizaban en los torneos mirando hacia la izquierda. En el interior del campo del escudo sobre el fondo una cruz rematada en sus puntas por la flor de lis. En la parte izquierda del mismo, nueve diminutos leones colocados de tres en tres.En la derecha, un águila mirando hacia la izquierda con las alas abiertas y la cola esparcida.
En la parte inferior del escudo aparecen grabada la palabra Vega.  



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viernes, 12 de diciembre de 2014

Ley Mordaza


Foro Internacional:" El Legado de Elías Valiña: Presente y futuro del Camino de Santiago"

                        


Del 12 al 14 del presente mes tendrá lugar en Villafranca del Bierzo el Foro Internacional: "El legado de Elías Valiña", y como homenaje a su figura. El Foro está organizado por la Fraternidad Internacional del Camino de Santiago, con la colaboración del ayuntamiento de Villafranca del Bierzo, Asociación de Amigos del Camino de Santiago del Bierzo, Asociación Ave Fenix de Villafranca, Asociación de Amigos del Camino de Santiago de Astorga, Asociación de Amigos
del Camino de Santiago de Villafranca del Bierzo.
El Foro será un espacio de trabajo, reflexión y puesta al día sobre el fenómeno jacobeo. 


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martes, 9 de diciembre de 2014

Un hombre de teatro llamado Enrique Gil


El autobús de la empresa Alsa queda atascado en el puente de Villafranca del Bierzo




No se necesita mucha lucidez para ver como a nuestras autoridades municipales  hace dos días se les apelotonaban las palabras en la boca ante los medios de comunicación para explicarnos las maravillosas obras del puente, hoy desgraciadamente me temo que después de tanto retoque y tanta cosmética tendrían que morderse la lengua. La experiencia me va enseñando que con tanto lumbrera experto en obras, y tanto ingeniero destilando incompetencia, se les olvido que por el puente circulaban coches, y que hasta hace poco en este puente se cruzaba un coche y un autobús, pero llegaron todos estos diseñadores de la estrechez y tunearon el puente y así quedo que ahora no pasa ni el coche de línea, pero nos seguirán engañando con sus dulces mentiras, y dentro de poco nos volveremos a quedar deslumbrados por un nuevo rebuzno, y con el éxtasis no sabremos si nos la servirán a granel o de garrafón.



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domingo, 7 de diciembre de 2014

Aguanta masa mientras o zarralleiro pasa



No me sale ni una sola palabra que suene bien para ponerle en el pie de la foto. Cuando no han pasado ni veinticuatro horas de la inauguración de las protecciones del puente, al primer impacto ya quedo un tramo como la torre de Pisa, y eso que nos han hecho masticar estos remiendos sin analgésico como la panacea de la seguridad. Que Dios nos coja confesados ante tanta incompetencia mientras contemplo los estragos y voy tomando nota en una servilleta de la cafetería del Burbia. 



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sábado, 6 de diciembre de 2014

VEAN Y JUZGUEN


                                   Cuesta de Zamora siglo XIX


                                   Cuesta de Zamora siglo XXI

VEAN Y JUZGUEN

Poco a poco, y con la bendición apostólica de patrimonio, el paisaje de un puente ha sido sacrificado en aras de esa realidad virtual y semafórica,que hace más cosmopolita al paleto y más digestiva la sonrisa de la vulgaridad bajo el ojo clínico de los estraperlistas, mientras los ciudadanos siguen sufriendo día a día sus efectos secundarios, y algo que debería tener holgura, se convierte en estrechez, será que nuestros representantes quieren dejarnos hipnotizados y enriquecernos de ignorancia.

Ustedes no se preocupen, a mandar que para eso estamos.





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