domingo, 16 de noviembre de 2014

"EL RIO Y LOS MADEREROS" por Gilberto Núñez Ursinos




EL RIO Y LOS MADEREROS
La eterna canción… Los malos caminos. Aquella enfermedad de “ los menudos” que le hacían “ bruar de noche”. Cosa que había surgido cuando menos lo esperaba. Todo, menos aquella naricilla de pepino en vinagre que desmentía toda escusa…! Ay , las “moñas” que pillaba el señor Manuel  !... De su abuelo a su padre, de su padre a él, habían pasado la burrilla gris, la desgastada cartera de color indeterminado y el oficio de cartero. Que repartiese el correo con unos días de retraso era la cosa más normal del mundo. “ El correo del zarzal” le llamaban. Y vaya usted a saber si había razón para ello. Al campamento maderero llegaba una vez por semana.
-José García-
- Que viste y calza carajo-
-Francisco Martinez-
- Con muita salud-
- Jean Paul Girad-
-Servidor-
 Y el campamento quedaba inundado de aquel apestoso olor a " furria" que despedía la cachimba, hecha de raíz de brezo.
Los buscadores de “ casco” para curtido de pieles aprovechaban para hacer su agosto. Ordinariamente lo transportaban a hombros en haces enormes. Eran perseguidos por la Guardia Civil y los guardamontes por descortezar los árboles ( robles y encinas) y  poner en peligro sus vidas. La extracción de traviesas para una línea del ferrocarril evitaba tales riesgos. Con pequeñas hachas mondaban los troncos. Grandes pilas de cortezas esperaban el momento de ser cargadas en carros que,”garruchas” casi transparentes, bajarían a la villa, días después, en compañía de pequeñas cantidades de raíz de genciana, de buena acogida en las farmacias.
Higos de Corullón, uvas de Salas, manzanas, peras y cerezas de Villafranca, llegaban diariamente al campamento a lomos de burrillos o caballos. También llegaban durante el verano, peces, truchas y anguilas y otras mercancías. Los peces y las truchas conseguidas con anzuelo o con cloruro, con sulfato o raíz de torvisco.
-Ustedes son un emprendedor pueblo de cómicos- decía el francés.
El ciclo del trabajo en los bosques duraba desde abril hasta noviembre. Había que descuartizar los robles y convertirlos en traviesas del ferrocarril. Cada dos trabajadores bajaban a hombros una traviesa hasta la orilla del río. Bárbara manera de transporte, pero no había otra más convincente dado lo accidentado del terreno y lo tupido del boscaje. Una enorme montonera esperaba el momento en que las aguas bajasen de nivel.
Cuando los carámbanos empezaban a hacer su aparición los madereros bajaban al valle. Primero llegaban las nieblas meonas. Pronto llegarían las nieves.
Eran aquellos tiempos de una cajetilla de tabaco a veinte céntimos ; un librito de papel del”rey de espadas”, una caja de mixtos, y el tiempo, mucho tiempo para liar el cigarro, y la bota para mojar los descansos. Todo encima de un tocón.
¡ Roble va!...
Las nieblas, las nieves y las lluvias habían hecho que el caudal del río creciese. Las traviesas flotaban sobre las aguas barrosas de la pequeña crecida. Los madereros las vigilaban desde la orilla  en su marcha hacia Villafranca. Allí la espera. Espera que consistía en un portón de madera con rejas para permitir el paso del agua. Las traviesas quedaban atrancadas en los vanzados, los pozos o las raíces de los árboles cercanos a las aguas. Con largos bicheros eran obligados a continuar su marcha descendente. No se sabía si los pueblos se encontraban o perdía a su paso por ellos. Un sentimiento de algo recordado llegaba al corazón. Después nada. Para los hombres de río abajo nada contaba, solamente el río. El río que con su pesada carga de angustias, problemas interrogaciones, se deslizaba hacia morir en el mar.
¡ Roble vaaa!...
Durante meses el grito se repetía. Cuando arreciaba el frio se calentaban grandes calderos conteniendo vino, en los que se añadía miel. El vino con la miel era el mejor elemento combativo de la gripe.
Y las traviesas seguían rio abajo. Vegeiliña… Ribón, y enfrente los puntos históricos: la Leitosa o “ Luctuosa” de los romanos.
-          El oro se pago aquí a precio de sangre-
La Herrería de Godoy ( la herrería de los cañones), puente de Paradaseca. La marcha era rápida, casi como un corretear de niño. Pero la gripe ( pueblos enteros en cama) también desplegaba rapidez.
-          Franchute no duermas con el culo para arriba-
¡ Oh, la, la,! ¡ El que duerme es el jarro!-
Fué una solución: Alejandria ( así llamaban a uno de ellos) hervía el vino y Pepe aportaba el romero y la miel.
-Un poco de unto para el “fervudo”-
Y se hacía caso a la voz.
Las orillas del Burbia se llenaban de hogueras.
-¡ Pobres locos , querer emular a los canadienses…ja,ja!-
La sociedad extractora había renunciado a seguir. Empresa demasiado costosa proseguir los trabajos.
-¡ Que lástima ahora que había encontrado el oficio ideal!-
-Español, ustedes son un pueblo de comicos, aquí nada toman en serio-
No habría mas madereros del Burbia. En el rio no se escucharían mas sonidos que el salto de las truchas y la caricia constante del agua contra las piedras. Los fervudos serían sustituidos con botillos con bertones. Un pueblo de fatalistas comicos…

      



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